Ser una mujer sometida y golpeada que crea que debe obedecer a su marido.
Ser una buena ama de casa, creer que alguien nota que el aseo se hizo y que lo valora, dar el gusto en las comidas y adivinar los deseos ajenos.
Hablar sola, hablar cosas vacías, decir cosas que nadie escuchará por tontas.
Embrutecerme y perder el sentido del respeto humano y a la creación.
Matar un caracol, y si es por accidente darme cuenta y ver su contenido.
Comerme un gusano por mi afición de comerme la fruta que está a punto de morir.
Engordar, no caber en el torniquete de la micro tener más centrímetros de perímetro que de alto, usar talla XL sobre mi metro cincuenta, tener gorda hasta la nariz.
Hacerme pipí en la calle, viva o muerta.
Que hayan más gobiernos de derecha, dictaduras, control de inormación (aunque lo hay en cada gobierno), que resucite o aparezca un dictador.
Que me excomulguen por no ser el tipo de católica que espera una diócesis Opus Dei.
Tener gangrena, lepra, o cualquier enfermedad que signifique podrirse en vida.
Morirme en una posición ridícula o poco digna, en la calle atropellada y que mis zapatos salgan volando, o con un vestido que justo con el impacto quede sobre mi cara y deje al púlbico mis calzones.
Que se me caigan los dientes mientras los necesite.
Matar una araña y que sus hijas se revelen en mi contra y me coman.
Ser una arpía reconocida, no vivir ni dejar vivir.
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