Estando de misiones en un sector de Marchigüe, una señora me contó que su mamá tenía una gata, y cuando su mamá murió la gata estaba preñada. Ella tomó a la gata y se la llevó a su casa.
Una mañana ella se despertó y la gata había parido; pero uno de los gatitos estaba muerto. Sin embargo ella recordó cómo en invierno una vecina revivía a los pollos que amanecían congelados, y tomó al gatito, lo puso sobre el fuego. Aunque su colita quedó un poco chamuscada, el gatito despertó.
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