Cuando me enfrento a la cada ez más cercana vida adulta descubro la inutilidad de la vida de señorita estudiante mantenida. Sé que cada año me propongo metas chiquititas que tienen mucho que ver con mi formación personal, pero nunca he pensado en la necesidad de ser util en la vida cotidiana, y cada vez que estoy "a cargo" me veo en problemas. Veo que el aprender a usar la lavadora y lavar la loza no es suficiente, que la vida es más que saber cocinar tallarines y tostar pan, que para ser una persona más o menos util necesitamos saber ADEMÁS cocinar de todo un poquito y eso va desde saber hacer arroz hasta un asado, y quizá un queque, saber usar una máquina de coser y tejer algo más que un cuadradito, pero siento que sobre todo lo que es más importante es lograr hacer todas las cosas necesarias para la vida en un día y no morir en el intento.
Pienso que más allá de mi enemistad con el modelo de femenidad del siglo pasado, tengo una culpable simpatía por esas mujeres que lograban cocinar y hacer el aseo de toda su casa, alcanzaban a tejer una parte de un chaleco y además preparaban un postre para las personas con que viven o que llegaban de visitas. Extraño profundamente el trato cariñoso que mis abuelas me daban en mi infancia, el preparar un jugo natural para el almuerzo, un tuti fruti de postre, y una repostería para la once, son cosas que a medida que las aprendo veo que no es mera utilidad, sino también algo que sólo se hace por quienes queremos mucho. Rescato estos detalles, y me propongo aprender, porque algún día no quedará de eso sino un recuerdo y no podré disfrutar nunca más de esos detalles que son parte de un legado que transmite ternura y amor.
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